La historia del nene de 10 años que se quemó el 25% del cuerpo y quiere ser repostero para pagarse la operación

"Mi sueño es entrar algún día a Bake Off y conocer a Damián Betular", dijo el vecino de General Rodríguez, aunque antes tiene otro objetivo: recaudar fondos para poder sanar las heridas de un accidente que sufrió en 2018.

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La historia de Joaquín, un vecino de 10 años de General Rodríguez, pegó un vuelco el 5 de abril del 2018, cuando terminaban de festejar el cumpleaños de su mamá. Estaban en el patio de adelante, junto a las brasas de la parrilla que ya se estaban apagando, y por esas ocurrencias de chicos quiso aumentar el calor echando un poco de alcohol. Lo que se dice “un descuido”, que terminó mal: fue alcanzado por el fuego, se quemó el 25% del cuerpo y ahora necesita juntar dinero para poder operarse la cara.

Aunque su familia está juntando la plata con mucho sacrificio, Joaquín no se quedó de brazos cruzados y empezó a hacer tortas para ayudar, una pasión que descubrió a los 8 años, por lo que en Facebook su historia recorre los grupos y hasta llegó a oídos de la reconocida churrería El Topo. “Mi sueño es entrar algún día a Bake Off y conocer a Damián Betular“, se lo escucha decir en uno de sus videos.

“Cuando Joaquín se quemó le hicieron injertos sacando piel de otras partes de su cuerpo, pero luego hubo que esperar a que creciera para seguir. El tema es que nos agarró la pandemia y pasó más del tiempo esperado, por lo que la única alternativa para operar su cara son cuatro expansores que van por debajo de la piel”, contó su mamá Raquel Escobar a No Ficción. Cada uno cuesta 500 dólares.

La mujer explicó que en el país nunca se hizo una operación de este tipo en niños, y que el caso de Joaquín podría ser el primero. El expansor de tejido es un implante que está hecho de silicona y tiene un pequeño tubo con una válvula que se infla con solución salina (suero). Ese llenado regular del expansor a lo largo del tiempo hace que la piel se estire.

Raquel vive con su esposo en General Rodríguez, donde ella vende ropa y él junta cartones. Tuvieron cinco hijos y cuentan que si bien cada uno tiene su sello, Joaquín tiene uno muy particular: le encanta la repostería. “De chico, cuando tenía 8, hacía bizcochuelos para tomar la merienda con los hermanos. Y después de apoco fue aprendiendo a hacer tortas”, recordó.

“Y ahora en sus tiempos libres empezó a vender. En Facebook es impresionante, la gente ayuda un montón”, dijo Raquel, que le fue comprando a su hijo moldes y otros elementos claves para todo buen repostero, como el delantal y el gorro. Aunque aclara: “mi hijo no trabaja, el tiene 10 años, hace lo que le gusta y nosotros lo apoyamos”.

Joaquín estudia, va a quinto grado y está por arrancar la secundaria. “Él tiene muy claro que por más que venda, al colegio no lo va a dejar. Y lo que vende lo guarda en su alcancía, esto no es un negocio. Se lo aclaré a él y a todos. Nadie lo obliga ni nada por el estilo. Él se divierte, va a la escuela, juega en la plaza como todo chico. Y si tiene tiempo libre, hace tortas”, manifestó Raquel.

“Si el quiere ser pastelero, lo vamos a apoyar. Pero sabe que el día que no le guste más, no lo tiene por qué hacer”, dijo la mamá de Joaquín.

De hecho, desde la Churrería El Topo se pusieron en contacto con la familia y contaron en sus redes: “es un excelente alumno, y que además ama la pastelería. Quedamos en seguir en contacto, y les dije a ella y a Joaquín, que un futuro, cuando termine los estudios y quiera trabajar, nos encantaría darle trabajo”.

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