EXCLUSIVO | Casciari brindó detalles sobre la serie que grabó en una vieja casona de Hurlingham

No Ficción dialogó con el guionista de la serie que fue financiada por los socios de la Comunidad Orsai.

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En una vieja casona de estilo inglés del partido de Hurlingham transcurre la ‘cachada’. En una de las habitaciones del primer piso, hacia el final de un pasillo. Allí acontece lo que se sería la última broma. Una mujer solitaria, recibe un llamado telefónico. Dos pibes del otro lado del  tubo, un plato de canelones humeantes y un hijo que nunca llegó. 

De eso se trata Canelones, una miniserie de seis capítulos con guión de Hernán Casciari y dirección de Christian “Chiri” Basilis. Verónica Llinás, César Bordón, Darío Barassi y Agustín Aristarán, encarnan los personajes principales. La producción, a cargo de la Comunidad Orsai junto a 5.400 socios productores, terminó de rodarse en diciembre del año pasado. 

Una vez más, Hernán Casciari apuesta al audiovisual. Anteriormente fue con Más respeto, que soy tu madre y La Uruguaya, una adaptación de la novela del escritor Pedro Mairal. “El formato audiovisual tenía una serie de desafíos industriales que me parecieron divertidos de poder esquivarlos. Solamente se podía hacer cosas en el cine si le pedías plata al Estado o a privados que terminaban tomando decisiones respecto a los contenidos. Lo mismo pasaba con la industria editorial. Con la revista Orsai logramos salir de ese lugar: la publicidad y el subsidio. Lo que motivó hacer Canelones en formato audiovisual fue por eso. Para ver si la única posibilidad de hacer cine era golpeándole la puerta a papá que te da plata para que salgas a jugar”, cuenta Hernán Casciari a No Ficción Web. Así en La Uruguaya reunió a 1961 productores asociados. En Canelones a 5460. Y para una nueva producción que aún no tiene nombre pero sí a Diego Peretti como director y protagonista, ya lleva 10 mil productores asociados que financiarán lo que el escritor denominó “Peretti Project”. 

Canelones tiene algo más. Algo sorprendente a diferencia de las otras dos producciones, dice Casciari. “Esta es muy personal. Mía y de Chiri, mi mejor amigo. Y lo que tiene de divertido es que Chiri dirige la miniserie”. Agustín Aristarán hace de Chiri. Darío Barassi de Casciari. “Chiri me contaba por videollamada ‘en este momento están caminando por la 40. Los dos boludos somos nosotros’. Es muy loco que él esté dirigiendo y yo guionando una historia que nos pasó a nosotros en dos momentos de nuestras vidas: a los 16 años y a los 40 y pico, cuando volvimos y pasar lo que contamos en esta historia”.

La serie se mueve entre Hurlingham, Mercedes y La Paternal. La casona donde se representa el hogar de Olinda y Daniel se encuentra sobre la calle Jorge Newbery el 1.400, a dos cuadras de la Estación de Hurlingham y otras dos de la 201. Como la casa original no podía ser utilizada, el equipo de producción buscó en una especie de catálogo inmobiliario. Entre otras opciones, quedó elegida por necesidades concretas de la trama: las habitaciones en un primer piso y un patio interno con un jardín. Pero, además, debía tener las condiciones para alojar por varios días a más de 60 personas que trabajaron en el rodaje. 

Lo mismo sucedió con lo que sería el hogar de Chichita y de Hernán. En una casa ubicada en el barrio porteño de La Paternal se representa el espacio donde se origina esta historia. “La directora de arte, Marlene Lievendag, le pidió a mi mamá fotos de época de su propia casa y realmente replicó mi casa. Cuando fui al rodaje de lo que era mi casa de la infancia, entré y era mi casa de la infancia. Mi vieja que conoció realmente los dos ambientes ayudó mucho a trabajar, determinar elementos”. 

Lo que vino muchos años después de esa última broma telefónica es el encuentro entre Chichita y Daniel, el hijo de Olinda. Por eso Mercedes también es uno de los espacios donde Canelones sucede. Más precisamente en el Teatro Argentino. “Yo no fui a los rodajes porque me cuesta mucho ir a Mercedes. Me genera cierta angustia. Fui dos veces, me tuve que volver, hiperventilo, me trae recuerdos de mi viejo. Una cosa medio espantosa”, confiesa Casciari y agrega que “el personaje de Darío Barassi tiene que ir hasta allá para a hacer un recital de cuentos y se quiere ir todo el tiempo por esa situación”. En ese recital, entre la primera fila y la sexta, entre Chichita y Chiri, se encuentra un hombre: Daniel (César Bordón), un personaje indirecto de uno de sus tantos cuentos que regresa de Río Gallegos para vengarse del escritor en la vida real. Y la serie comienza así: suena el teléfono de Casciari. Es su vieja, Chichita. ‘Esto es lo último que vas a saber de mí’, dice el mensaje. 

La historia se cuenta en su versión audiovisual porque Daniel –el Daniel real- fallece durante la pandemia. “No hubiéramos contado esto con el personaje vivo porque hubiese sido volver a pisar su historia”. Es que Olinda, la mujer solitaria en Mercedes, se quita la vida a fines de los ’80. A su hijo le deja dos cosas: una casa en sucesión y una carta en la que le dice ‘el daño que me hiciste aquella noche, Dani, no me lo merecía’. 

Tanto la versión literaria como esta versión cinematográfica en algún modo funciona como un pedido de perdón sobre algo que se nos escapó de las manos en 1987. Fue raro. Obviamente no sos culpable de lo que pasa después pero sí de haber prendido la mecha de algo que ocurre finalmente por culpa del destino pero que vos sabés que si no prendés la mecha no pasa. O sospechás… que se yo. La mujer no se suicidó diez minutos después de la broma telefónica sino años después. Por un cúmulo de razones, donde seguramente estaba esto también”, reflexiona Casciari

En pleno rodaje de Canelones, en la Casona de Hurlingham.

Lo que viene ahora es la postproducción. “Vamos a estar haciendo eso el tiempo que se nos antoje, porque no tenemos a nadie que nos apure. No hay un Netflix que nos diga ‘tienen que hacerlo’. Eso es lo bueno que tiene el sistema que usamos, que no tenemos jefe”. Acá es donde intervendrá con mayor intensidad Casciari. En el recorrido, la estructura narrativa, el ritmo. “Nuestra idea es estar mucho tiempo jugando con eso. Y después, con seguridad, vamos a tener un producto que nos va a gustar y supongo que le va a gustar a quien le tenga que gustar. No es tan complicado cuando le pones pasión a las cosas. La historia está buena. Los actores son increíbles. No tenemos muchas dudas de lo que va a pasar en el final. Lo que queremos es divertirnos en el proceso y que dure mucho”.

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