Las muertes del niño Owen y su padrastro David en la Tosquera de Pontevedra, cuando habían ido a pasear, volvió a poner sobre la mesa los peligros de utilizar estos espacios como lugares de esparcimiento. Si bien la investigación está en curso, los primeros indicios dieron cuenta de que los cuerpos no presentaban signos de violencia, por lo que se presume que uno de los dos cayó al agua y el otro intentó salvarlo sin suerte, ya que ninguno sabía nadar.
La zona, que limita con la localidad matancera de González Catán, es conocida porque los vecinos van cada verano a pasar el día como si fuera un balneario. Pero no lo es. En diálogo con No Ficción, el Director de Defensa Civil de Merlo, Sergio Ravelli, contó: “siempre estuvo prohibido el ingreso, todos los años ponemos carteles y la gente los roba”.
Ravelli describió la zona de entrada como “peligrosa”, ya que “vos podés venir caminando por el agua y te encontrás con un precipicio de 20 metros de profundidad que te chupa“. Hasta el cierre de esta nota, los investigadores habían detectado que la parte más baja de la Tosquera de Pontevedra tiene 3 metros, y la más honda 15. A Owen y a su padrastro lo encontraron en una zona con 5 metros de profundidad.
El municipio de Merlo hace años viene alertando sobre la situación junto con la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR), que en febrero pasado advirtió sobre los peligros. “Son excavaciones que pueden presentar materiales peligrosos en su interior y tienen una dinámica hídrica que los vuelve una trampa difícil de advertir. Se trata de grandes pozos o depresiones del terreno que se conformaron debido a la extracción de tierra y tosca. Suelen llenarse de agua, transformándose en grandes piletones que pueden ser muy riesgosos para la población”, explicaron.
Además, desde el organismo indicaron que se trata de “taludes abruptos y su gran profundidad generada por la maquinaria pesada que extrae el suelo, acumulación no controlada de residuos y la proliferación de vegetación en sus márgenes, suelos inestables y corrientes internas”. Todo esto, según ACUMAR, provoca que “el riesgo de muerte por accidentes o ahogamiento sea muy alto”, sin contar la proliferación de enfermedades por intoxicación.
Tosquera Pontevedra Merlo
Hay una certeza: nadie sabe hace cuánto existen las tosqueras de Pontevedra. “Yo me crié en González Catán y desde que tengo uso de razón están ahí“, le dijo a este medio un dirigente matancero mayor de 50 y que prefirió no dar su nombre para evitar problemas con el municipio vecino. “Eso debería estar alambrado, es un lugar muy profundo y entrado hacia el fondo, hay que hacer varios kilómetros para llegar”, expresó.
“Desde que yo era chico están”, coincide Ravelli, quien no ocultó su pesar por la muerte de Owen y su padrastro: “todos los veranos trabajamos, venimos y hablamos con la gente, le explicamos que es peligroso y hasta tuvimos que poner guardavidas, que en invierno ya no están“. Consultado por quienes son los propietarios donde funciona la Tosquera, aseguró no tener precisiones.
El Director de Defensa Civil de Merlo explicó “son empresas privadas dedicadas a la construcción que compran los terrenos y luego sacan los permisos en el municipio y la provincia para funcionar”. Pero en el caso de la Tosquera de Pontevedra, el lugar se encontraba abandonado y sin actividad, salvo por la turística.
“Las canteras tanto en Merlo como en Matanza quedan abandonadas porque los municipios piden sumas siderales para poder ser explotadas, más allá de la habilitación de Provincia, (la subsecretaría de) Minería y ACUMAR. Ese campo seguramente es de un propietario que se lo alquiló a alguna empresa, que lo explotó y se fue”, explicó a este medio un empresario dedicado al rubro en la Zona Oeste que también pidió no revelar su nombre “para no tener problemas”.
Ravelli insiste con la importancia de que los vecinos no vayan a pasear a la Tosquera de Pontevedra. “Hacemos trabajo de prevención, cartelería y hasta tuvimos que poner guardavidas y, sin embargo, todos los veranos tenemos un ahogado, porque el lugar es sumamente peligroso”.
Foto: Facundo Diaz (Angular)
