El problema del tiempo compartido

Cómo se rearma el ministerio de Desarrollo Social tras el episodio de los sobreprecios y quién es el brazo de los intendentes.

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Los agrimensores le llamarán loteo, para los analistas se configuran en corrientes o sectores, pero lo cierto es que el Ministerio de Desarrollo Social se convirtió en un tiempo compartido. Su jefe formal, Daniel Arroyo, vio sucumbida su legitimidad política la semana pasada ante un hecho, por lo menos, sospechoso. Regado de dudas y minado de certezas. Los conocedores de los pasillos de la cartera asistencial determinan su juicio sin titubeos: son “groseramente habitual” los sobreprecios en los alimentos que luego entrega el Estado en las barriadas más vulnerables (y vulneradas). Habrá que comprobarlo. No sé sabe y quizás no se sepa.

La intención medular de estas líneas es indagar acerca de cómo se conduce el caos sin poder o, en el mejor de los casos, con poder delegado. Es el caso del ministerio sin ministro. La antítesis de aquel que ostenta poder e influencia conocido como ministro sin ministerio.

Desde la conformación del gabinete presidencial, se supo que el Ministerio de Desarrollo Social sería una estadía a tiempo compartido. La designación de Arroyo era indiscutida. Al menos, aceptada a regañadientes por sectores como los que encabeza Juan Grabois, que vomitaba, en cuanto lugar podía, todos sus reparos sobre el futuro ministro. Preferían una cara bonita con aceitados vínculos en las redes de contención, la Iglesia, el panperonismo y los aliados marchitados del radicalismo. Sabían que, con él en la cúpula, los sectores en pugna podían mantener poder.

El avestruz

La peripecia de Arroyo para recalar en Desarrollo se vincula, además de sus capacidades intelectuales, con la habilidad para no arrinconarse en ningún lado del ring cuando el peronismo batalló por conducir el futuro del país.

El problema radica ahí mismo: donde estuvo su mayor fortaleza hoy tiene su máxima debilidad. Porque el ministro ya no debe permanecer inocuo, sino que decide lo que el sello le permite a razón de la decisión del Presidente de nombrarlo. El ministro ya no puede ser más parte del todo dentro de su ministerio, ahora él es el todo y el ejercicio es de jefatura y subordinación.

Pero no.

La estructura de cargos como las secretarías, direcciones, coordinaciones, o ravioles, por su forma en el mapa gráfico, no pertenecen al ministro. Conocidos son los huéspedes del tiempo compartido: movimientos sociales con Emilio Pérsico a la cabeza, kirchnerismo con Laura Alonso al frente y los intendentes con Gonzalo Calvo como ex representante del espacio. Los intendentes que controlaban esa porción están vinculados al minúsculo espacio de la gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner. Los Kolina, de alguna u otra manera, pasaron por el ministerio cuando ella lo conducía.

Pero eso cambió a partir del desgraciado hecho con el sobreprecio de alimentos.

Desde Casa Rosada tomaron dos decisiones: en primer lugar, mantener la porción de los intendentes pero con cambio de mando. Ahora será Juan Zabaleta, de Hurlingham, quien envía a un hombre de su confianza para que articule con los intendentes. Y por otro lado, le pidieron al ministro que actuara como tal. Así se da la llegada de Erika Roffler que tendrá una función fundamental: controlar la caja.

Luego del respaldo, las palabras desde el entorno del presidente no fueron muchas. La solicitud fue clara y se entendió: hay que hacerse cargo del tiempo compartido. Decidir quiénes son los huéspedes de ahora en más y quién se hará cargo del próximo escándalo. No hay más fusibles.

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