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A fines de julio se conoció que empezaron a tirar abajo la fachada del histórico bodegón El Hornero, un símbolo de González Catán y parada inevitable en la zona de la Estación de Tren en la mencionada localidad de La Matanza. La noticia circuló en redes sociales y generó la tristeza de muchos vecinos que supieron frecuentar el lugar.
Los clientes que lo visitaron y vivieron sus mejores épocas dicen que era un bodegón con una carta única en la Zona Oeste: había desde faisán, mulita, ranas, carpincho, yacaré, llama colorada, vizcacha, ñandú, codorniz, jabalí, ciervo hasta truchas, tiburones o pulpos. Todo eso ofrecía su dueño Héctor Cuenca, más conocido como «El Gallego», como le gustaba presentarse. Pero hoy la realidad es muy distinta.
La historia de El Hornero en González Catán
El negocio, ubicado en José María Moreno 655, se había iniciado en 1958 por el padre de Héctor, cuando desembarcó en González Catán con toda su familia desde la ciudad de Pompeya. En esos tiempos todavía funcionaba a escasos metros de allí el tambo que abastecía a gran parte de la región y sólo pasaba el ferrocarril.
Héctor contaba que fue su padre el que le transmitió su pasión por la caza y a preparar los platos silvestres en uno de los puntos más poblados del conurbano. ¿Pero cómo un tiburón o una llama colorada terminaba en un restaurante de González Catán?
La mayoría de estas especies las cazaba la familia Cuenca en alguna de sus escapadas fugaces de fin de semana. En los primeros años cerraban durante todo el mes de mayo para dedicarse a conseguir insumos para cocinar y vender en El Hornero.
De hecho, muchos vecinos deben recordar que en las paredes colgaba el cuerno de un rinoceronte, tal vez el trofeo más preciado de sus tres viajes de caza mayor a Sudáfrica. Pero ya en los años 2000 esos viajes dejaron de llamar la atención del Gallego. «Se desvirtuaron, ahora son todos cotos de caza que te traen al animal en bandeja», se lo escuchaba decir.
Además, podía observarse artefactos arcaicos, herramientas, diferentes máquinas registradoras, armas de todos los calibres, cueros y pieles de todo tipo de bichos: desde víboras hasta osos hormigueros.
El local tenía las proporciones amplias como las antiguas pulperías y al fondo había una especie de altar que combinaba un nido de hornero con una foto de Gardel, de Maradona en 1979 y un televisor que sostenía a un viejo puma embalsamado.
Este lugar histórico, símbolo de González Catán, visitado por deportistas, políticos y artistas, hoy es noticia por un sabor amargo: comenzó su demolición.
Piden que El Hornero sea declarado monumento histórico
«Es un patrimonio de González Catán, es una falta de respeto a la historia de la ciudad», fue una de las primeras expresiones que los vecinos coincidieron en manifestar al enterarse de la noticia. «Qué crimen, cuántos recuerdos», manifestó Susana, que fue más allá a la hora de evidenciar sus sentimientos.
«¿No hay acaso una ley que resguarde lugares históricos?», se preguntó Lidia. Lo cierto es que no: el Hornero al ser una propiedad privada y no adquirida por ningún organismo público, estaba en venta desde 2018, cuando cerró sus puertas. Hoy, según se comenta entre los vecinos, fue adquirido por otras personas y se convertirá en una verdulería.
En las imágenes que se difundieron esta semana se pueden ver como la historia de El Hornero queda atrás: las viejas heladeras, mesadas llenas de polvo y las antiguas botellas de vidrio están aún de pie como solitarias testigos de la demolición de la fachada.