El juego de la Ballena Azul tuvo su apogeo mediático en 2017. Algunas versiones lo colocan como un mito; otras, como el disparador del suicidio de centenares de niños, preadolescentes, adolescentes y jóvenes adultos, en una docena de países alrededor del mundo. Son 50 pasos; 50 desafíos. El último es el suicidio.
Ese es el camino que, según fuentes policiales, siguió el hijo de Christian Ramón Zabala, hace exactamente un año. El pibe tenía 13 años y se habría quitado la vida bajo las reglas de ese juego macabro, según se desprende del propio acta elaborado por los efectivos que recabaron las primeras pruebas en la escena del hallazgo del cuerpo.
A partir de la muerte del nene, el subcomisario de la Policía Federal, Christian Zabala, de 41 años, se convirtió en un paciente psiquiátrico “en tratamiento” que “había puesto en manifiesto su intención de suicidarse en reiteradas ocasiones”, según el reporte policial. Finalmente, en el aniversario de la muerte de su hijo y en las vísperas del Día del Padre, Zabala se quitó la vida en su casa de Morón.
La noticia se publicó en medios de todo el país porque Christian era uno de los custodios de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Zabala era experto en explosivos y se habría quitado la vida en la noche del jueves. Su pareja no pudo contactarlo y comenzó la búsqueda. Su cuñado fue a buscarlo a su casa y lo encontró tirado en el piso, sin vida. Acto seguido, se comunicó con la comisaría séptima de Castelar Norte, cuyos efectivos arribaron al lugar y encontraron el arma reglamentaria de Zabala debajo de su cuerpo, junto a una vaina servida.
En la casa de Zapiola al 1800 no había ninguna cerradura forzada. Por todo el escenario, los investigadores de la Policía Científica y de la UFI 3 de Morón, a cargo del fiscal Mario Ferrario, se inclinaron rápidamente hacia la hipótesis del suicidio.
