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Las razones y la razón

Este artículo está a medio escribir. Se quedó a la espera de un resultado que apruebe o rechace la hipótesis. Son los riesgos de escribir antes de tiempo, pero resulta atractivo indagar en los diferentes puntos de vista que hay en un balotaje. Hay sólo dos candidatos, pero varias opciones para el votante: uno de los dos, en blanco, ausentarse, impugnar.

Hace muy poco, un experimentado dirigente peronista, Guardián, de la provincia de Buenos Aires, me compartió una frase para profundizar: “Para votar a Milei tienen razones, pero no razón”.

Llegamos hasta acá, todos y todas, muy cansados de la intensidad de una campaña que no cesó desde poco antes del cierre de listas el 24 de junio. Porque para que haya candidatos debe haber promoción anticipada y eso se hace internamente (rosca pura y dura) y de manera pública, fundamentalmente en medios de comunicación y en redes sociales. Esta vez fueron pocas apariciones callejeras y nula movilización. Hay un viejo adagio en la política que dice que “al que asoma la cabeza se la cortan”. 

Además del cansancio propio de la escucha constante sobre la campaña electoral, llegamos con un acoplado de broncas e incertidumbres. El huevo o la gallina, como sea, pero la campaña se nutrió de esos sentimientos y emociones de la sociedad. Con más o con menos, en ambos lados de la grieta, se trabajó sobre la parte sensitiva de la gente. 

Las razones son la insatisfacción de temas estructurales no resueltos del todo. La pérdida de poder adquisitivo, la inflación creciente, la inseguridad y lo que todo eso genera: incertidumbre, angustia y escasa proyección de futuro. La pradera está seca, sí. Pero no arrasada. Todavía no se prendió fuego y eso está bien.

Ese deterioro, que no comenzó ni se profundizó en el último gobierno, viene aumentando con vaivenes en los últimos 10 años. Más/menos según el prisma partidaria o los believers de turno, porque los dos bandos los tienen. Ahora tres, claro. Por la macroeconomía, la micro, la falta de dólares y un sinfín de explicaciones que a “la gente” no le importa ni tiene tiempo de entender. Aunque a grandes rasgos, al fin y al cabo, todos saben distinguir lo bueno de lo malo. Pero la política ha hecho tanta ensalada en los últimos años que ya no sabemos a qué sabe cada cosa.

Lo que sí sabemos es lo que pasa en la realidad. Y lo que podemos saber es lo que, a priori, podría pasar en caso de que gane Javier Milei. Su mensaje siempre fue negativo. Desde sus comienzos en la televisión atacó sin cesar a cual personaje público se le pusiera enfrente. Luego, le tocó el momento de mayor exposición pública: ser candidato a diputado nacional en 2021. Y desde ese momento el rey quedó desnudo. Demostró poca capacidad política, contradicciones máximas como llamar a todos los políticos “vagos” e “inútiles” para luego ausentarse de las comisiones, de las sesiones, no presentar proyectos. En definitiva, no desarrolló ningún trabajo para el cual se le paga (y mucho). Para contrarrestar semejante verdad absoluta montó un circo y comenzó a sortear su sueldo. ¿De qué vive? Googlealo, te sorprenderás.

– “Estamo´ en el ring, cuidando los pasos si la trampa está ahí”, dice el cantautor Maxi Rial. Rapero de verdades, buscalo.-

Ahí está Sergio Massa, en el medio del ring, peleando contra una realidad adversa que lamentablemente está representada por Milei. Hasta ahora logró lo que pocos creían: como primera medida entrar al balotaje, en segundo lugar, plantear y activar políticas económicas a favor de los trabajadores, empresarios y sostener el mercado interno. No es menor en medio de una campaña electoral, de cuantas corridas cambiarias hubo, negociación por medio con el FMI y, encima, siendo ministro de economía de un gobierno que desde hace muchos meses carece de un presidente activo. Bien igual, dirían los uruguayos. 

La maratón de Massa, el toro, en esta campaña fue perfecta porque escuchó, caracterizó y ejecutó en consecuencia. Y esa escucha no se centró en los ecos palaciegos. Prestó atención a la gente. Hizo oídos sordos a la politiquería y ejerció conducción política, justamente lo que faltaba, lo que muchos reclamaban y lo que tantos otros esperaban, incluida la sociedad. Porque, aunque el enojo hacia “la política” es real, también lo es la necesidad de que alguien haga algo. 

Y la cordura, aunque parezca mentira, es la utopía argentina. Massa está cuerdo y tiene temple. Veremos si gana y si cumple.

Redacción: