Hablando de la libertad: una Casa en Merlo para contener a personas con consumos problemáticos

Se trata de Casa Esquina Libertad, un centro de atención para adicciones ubicado en el barrio Pompeya. Los testimonios de quienes trabajan y asisten para salir adelante.

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Uno de los efectos adversos de la pandemia y la cuarentena fue el aumento de consumos problemáticos, que según la Defensoría del Pueblo Bonaerense “aumentó exponencialmente” en el caso de psicofármacos, pero también en los casos de drogas que aún son ilegales. En ese plano, las organizaciones populares lograron articular redes de contención para los pibes afectados por esta problemática.

Uno de los casos es la Casa Esquina Libertad, un centro de atención para adicciones ubicado en el barrio Pompeya, en Merlo y que propone poner en discusión a la juventud sobre diferentes consumos problemáticos. No Ficción charló con Laura Laza, coordinadora del espacio, y con profesionales y jóvenes que asisten a este lugar.

NF: ¿Cómo comienza esta experiencia?

Laura: Esta experiencia se inició con un convenio que hizo Barrios de Pie con SEDRONAR, para tener un centro que realice tratamientos ambulatorios a jóvenes que tienen consumo problemático de sustancias psicoactivas, que lo hayan transitado o que lo hagan habitualmente. Yo ingresé como voluntaria, luego fui parte del equipo interdisciplinario como trabajadora social y desde mayo de este año tengo el rol de coordinación. Casa Esquina, si bien abrió sus puertas en noviembre del 2020, previamente tuvo un trabajo en territorio para poder construir el espacio. Esta abierto de lunes a viernes, trabajamos con un equipo interdisciplinario de profesionales que asisten a los jóvenes, a la par de las compañeras que ayudan con las tareas de la casa.

NF.- ¿Cuál es la dinámica de trabajo que se da en la casa?

L: Tenemos una colaboración cotidiana de parte de Barrios de Pie, aunque nuestro principal cimiento es SEDRONAR, a la hora de generar articulaciones o intervenciones para situaciones de consumo activo, ya que ellos suelen acompañar a los jóvenes en ese proceso. Muchas veces las situaciones que se presentan requieren de una evaluación de salud mental. También hacemos articulaciones en red con distintas instituciones del territorio para potenciar esa intervención que nos proponemos, para mejorar la calidad de vida de las y los jóvenes que transitan esa situación de consumo.

NF: ¿Cuántos jóvenes asisten actualmente?

L: Tenemos días variables, hay días que realizamos talleres de peluquería y panadería, que son abiertos a la comunidad y asisten más de 50 personas, no solo vecinos y vecinas sino también jóvenes que realizan salidas transitorias del penal juvenil. A esto se le suma las 32 personas del equipo de la casa, es decir, el personal de la casa junto a los jóvenes que asisten todos los días.

Dylan, por ejemplo, es uno de los jóvenes que asiste a Casa Esquina Libertad y explicó como es la convivencia en el lugar: “es como una familia, a veces tenemos problemas entre algunos, pero siempre se arregla. La convivencia tiene altos y bajos. Hay roces a veces, pero siempre se arregla”.

NF: ¿Y para vos, Laura?

L: En una familia o en una pareja hay roces, imagínate nosotros que somos muchos más. El transito acá no solo es por un taller, o una atención psicológica, o un grupo terapéutico, sino también las tareas propias de la casa como el orden y la limpieza. Es un espacio convivencial más allá de que sea ambulatorio.

NF: ¿La relación con el barrio como se desarrolla?

L: Todos los vecinos y vecinas nos reciben bien. Nos prestan cosas, se fijan si necesitamos algo, en ese sentido tenemos una buena aceptación. Esperamos que esta situación se pueda potenciar. Cuando tenemos actividad hacemos volanteadas por el barrio, hablamos con los comerciantes y eso hace que puedan tener una visión del espacio, que hacen los jóvenes en el barrio, que pueden generar y que ellos mismos sepan que hay un grupo de profesionales en un barrio en que no hay ningún tipo de institución. La gente entonces se acerca por diferentes situaciones, no solo por el área de consumo, sino que, por diferentes razones, y así se empieza a construir un sentido de comunidad.

NF: ¿En qué medida ha influido la presencia de la casa en el nivel de consumo en el barrio?

L: Es necesario poder plantearse, desde el momento en que transitamos nuestra cotidianeidad en una sociedad de consumo, que es difícil pensar en que no haya venta, que no haya consumo. Nosotros lo que trabajamos acá es sobre la reducción de riesgos y daños que ese consumo dependiente puede traer al cuerpo, a la psiquis, a las redes de contención, arrancamos desde ahí. Los jóvenes asisten acá de manera voluntaria, hace el tratamiento quien lo quiere hacer, y eso hace que quienes puedan problematizar lo que están transitando dejen de naturalizar esa situación de consumo dependiente asistan. La primera instancia es la voluntad, porque a veces viene la familia, pero el joven no prorroga el tratamiento, y eso hace que se produzca una deserción. Cuando evaluamos con el equipo que, si hay un riesgo de vida inminente, para esa persona o para terceros si tomamos otro tipo de intervención, hacemos intervenciones con nosocomios que trabajan la ley de salud mental, que tengan un tratamiento más pertinente para esa persona o, directamente, solicitamos una evaluación a SEDRONAR. En relación a la venta, sabemos que nadie que venda va a venir a problematizar esa situación, es muy difícil que quien comercie deje de hacerlo porque estamos nosotros. Nosotros hasta acá hemos tenido un tránsito comunitario estable, fuimos muy bien recepcionados, logramos una armonía dentro del barrio.

Barbara, una de las voluntarias de la casa a su vez contó cómo es el trabajo: “Es interesante. Es venir y conocer la población, saber que cada persona es singular, que todas las situaciones que abordamos no se pueden intervenir de la misma manera. Es ir conociendo eso. Entender que detrás de cada situación de consumo hay problemas de inserción escolar, laboral, que puede haber lazos frágiles con las familias, con la comunidad. La pandemia ha generado que la gente se acerque no solo por la demanda de consumo sino también por otras. Prevalecemos las situaciones de consumo, pero también entendemos que detrás de eso hay otras cuestiones, y por eso trabajamos de manera integrada”.

Por su parte, Ruth, del personal de la casa, agregó: “yo siento que esto va creciendo. Arrancamos cocinando con leña afuera y hasta hoy avanzamos bastante. Yo disfruto venir, es como un despeje y me llevo muy bien con los chicos y es muy bueno poder conocerlos”.

Dylan cierra la charla dando su mirada de la problemática desde adentro: “Entendemos que el consumo no abarca solo a las drogas, es muy amplio. Aunque hoy el consumo de drogas se normalizó demasiado en la calle, cada uno de nosotros también tenemos amigos con problemas de consumo. Vos lo queres ayudar y no quieren, es la realidad. A muchos les cuesta asumir su problema”.

Por Rosendo Martínez

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