Amalia Güell: “Es oportuno repensar las prácticas de evaluación”

Sebastián Zárate dialogó con Amalia Güell, Licenciada y Profesora en Educación y docente de Didáctica General en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En el marco de una propuesta de la Secretaría de Extensión de esa casa de estudios, es la coordinadora del Programa de Acciones e Investigaciones Educacionales en el barrio "Los piletones" de Villa Soldati, que tiene como objetivo acompañar los aprendizajes escolares y desarrollo humano de las niñas, niños y adolescentes.

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Güell considera que hacia el futuro “tendremos que reconfigurar las prácticas para salir de la secuencia lineal progresiva (explicación – aplicación – verificación)”, asegura que “las propuestas únicas para todos igual, no son formativas ni justas” y afirma que “no podemos seguir fingiendo que la escuela está abierta y funciona igual que siempre”.

No Ficción: -Amalia, hay un debate interesante entre los docentes sobre la evaluación de los estudiantes en este período de cuarentena. ¿Hay que evaluar en este tiempo en el que prácticamente no hubo vínculos personales entre docentes y alumnos?

Amalia Güell: -Tal vez tu pregunta se orienta a evaluaciones para acreditar saberes que luego permitan definir situaciones o continuidades.

NF: -A eso me refiero.

AG: -Creo que no podemos aún realizar evaluaciones que se transformen en calificaciones. Lo que sí podemos es relevar información para darnos cuenta si los chicos están comprendiendo, si tienen dificultades, si debemos reconfigurar nuestra propuesta, si es necesario detenernos y volver sobre algunas cuestiones conceptuales ya presentadas. Aprovechar para preguntar cómo se sienten, qué les está pasando, cómo les parece que aprenden mejor, qué propondrían aprender y cómo, etcétera, más allá del contenido de la asignatura. Seguramente, nos darían muchas ideas interesantes y originales y nos brindaría la oportunidad de conocerlos, de acercarnos aun en la ausencia. Saber del otro, subjetivarlos, estar cerca en la distancia es esencial para pensar cualquier proceso de enseñanza, aprendizaje, evaluación. Me parece que es lo primero. Empezaría a pensar por ahí.

NF: -En “La evaluación como oportunidad”, Rebeca Anijovich y Graciela Cappelletti dicen que la evaluación no puede pensarse en forma aislada y agregan que debe ser una instancia de retroalimentación y dispositivos de mejora de los aprendizajes futuros. ¿Considerás oportuno el contexto actual para revisar las prácticas de evaluación?

AG: -Absolutamente. Es oportuno revisar, repensar, reconfigurar las prácticas de evaluación. Así como no podemos enseñar igual que en la presencialidad, tampoco podemos evaluar en la virtualidad del mismo modo, con los mismos instrumentos ni los mismos modelos. Es la oportunidad para incorporar definitivamente prácticas de autoevaluación y coevaluación, así como diseñar nuestras propuestas de retroalimentación.

NF: -¿Considerás a la evaluación un momento en el que el docente deposita una carga importante de subjetividad?

AG: -Nunca podemos desprendernos de la subjetividad, va con nosotros. Lo que tenemos que intentar es definir algunos criterios acerca de qué vamos a evaluar y cómo. El establecer criterios es un requisito para asegurarnos de que nuestra propuesta de evaluación esté más cercana a la objetividad y que los criterios sean conocidos por los estudiantes, incluso, que sean elaborados conjuntamente por docentes y alumnos. Establecer los niveles de desempeño en la resolución de la propuesta que presentamos, cuándo consideraremos que ese saber está aprendido, que la actividad está correctamente, medianamente o aún debe revisarse para su mejora, son cuestiones que debemos transparentar a los estudiantes. La evaluación es un componente de la planificación y como tal debe ser coherente con el resto de los componentes. De hecho, los criterios se van a desprender de los objetivos y propósitos planteados al momento de planificar, así como las reformulaciones que hagamos sobre la marcha.

NF: -La evaluación, ¿pone en el centro al docente o al estudiante? ¿Qué evaluamos: lo mal o bien que enseñamos o si el alumno aprendió o no?

AG: -Digamos que la evaluación tiene una triple función: evaluamos a los estudiantes, nos evaluamos como enseñantes y nos evaluamos y somos evaluados como evaluadores. Valga el juego de palabras. Por esto mismo, es fundamental sistematizar otros procesos como son los de autoevaluación, coevaluación entre pares y de alumnos con docentes. Por otra parte, la necesaria investigación sobre nuestra práctica que deviene de la reflexión sobre la misma. El preguntarnos por qué de este modo, para qué en este momento, qué expectativas tenemos respecto de los aprendizajes de los estudiantes, cómo los resultados durante el proceso de enseñanza reconfiguran mi planificación y en consecuencia cómo y qué enseñamos, cuáles son las mejores condiciones para que los estudiantes aprendan, posibilitamos diversas puertas de entrada a los contenidos. En síntesis, si acompañamos el proceso de aprendizaje a través de una evaluación formadora/formativa, no deberían ser una sorpresa los resultados de la evaluación sumativa de la que obtenemos una calificación que definirá situaciones parciales o finales de nuestros estudiantes. La clave está en el acompañamiento, el seguimiento y la retroalimentación. El centro de la escena lo debe ocupar el estudiante pero no es en solitario, es con nosotros. Somos los responsables de la transmisión.

NF: -Se confirmó que no habrá calificaciones en este primer trimestre y los directivos de algunas escuelas están pidiendo que cerremos el período por rúbrica, si el estudiante alcanzó o no los objetivos. Es interesante observar cómo empiezan a cambiar las palabras y las definiciones. Se comienza a proponer que evaluemos sin calificar. ¿Qué significa alcanzar los objetivos?

AG: -Bueno, una mezcla de cuestiones a despejar. Despejemos la X, la incógnita. Las rúbricas son instrumentos de evaluación alternativa. ¿Sirven para evaluar todo tipo de aprendizaje? No. Lo interesante de las rúbricas es que los estudiantes deben tener conocimiento de las mismas desde que se les propone resolver tal o cual actividad, proyecto, trabajo práctico, producción escrita, caso, etcétera. También podríamos elaborarla con ellos: los criterios, los niveles de desempeño y los descriptores y por supuesto el valor que cada nivel y su descriptor tendrá para conformar la calificación que generalmente no es numérica pero que se puede transformar en ésta con previo acuerdo. Las rúbricas no resuelven el problema de la evaluación, sí son útiles para alejarnos de lo subjetivo, para transparentar lo que se espera que hagan los estudiantes, para generar procesos de autoevaluación y de coevaluación, así como instancias de retroalimentación. En realidad, creo que se genera una confusión entre evaluación como instrumento y programa de evaluación. Pruebas y exámenes como sinónimo de instrumento. Cuando hablo de programa me refiero a un conjunto de acciones planificadas en el marco de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. En este programa, se señalan qué aspectos deseamos relevar de esos procesos: actitudes, conceptos, procedimientos, recursos a utilizar, estrategias posibles, tiempos en los que se harán cortes para evaluar la marcha del proceso. Este programa está vinculado fuertemente con los objetivos; es decir, con los aprendizajes deseados y con los propósitos; es decir, con la enseñanza. En el desarrollo de la planificación, se pondrá en juego ese programa: hacemos diagnósticos, seguimiento, retroalimentaciones (evaluación formativa/formadora) y buscaremos resultados para tomar decisiones (evaluación sumativa). Estas decisiones a tomar tienen que ver con las modificaciones que se requieren para alcanzar los objetivos planteados, con el rediseño de nuestras intervenciones para aquellos estudiantes que aún no los alcanzaron; en fin, revisamos nuestra planificación y su puesta en acción.

Amalia Güell analiza las contradicciones del sistema educativo en épocas de pandemia.

NF: -Recuerdo una frase de Alicia W. de Camilloni en “Las funciones de la evaluación”. Ella dice “la evaluación es parte integrante del proceso de interacción que se desarrolla entre profesor y alumno”. ¿Cómo evaluar entonces en un período en el que los docentes prácticamente no interactuaron con los alumnos en el aula?

AG: -Estamos en un momento particularmente complejo, la cotidianeidad se ve alterada, la escuela no está físicamente, pero está. Tal vez no es el momento de proceder como lo hacíamos. Buscar las formas de conectarnos con nuestros estudiantes no puede resultar idéntica a como la planteábamos. Si en la escuela había diversidad de recorridos, de trayectorias, de estilos de aprendizaje diferentes, a esto se le suma que el tipo de interacción también es diverso: estudiantes que sólo recibirán los cuadernillos de la Ciudad, de la Provincia y los de la Nación, también puede ser los que elabore la escuela, algunos tendrán acceso a una plataforma, a un aula virtual (que per se no garantiza nada, dependerá de lo que se ofrezca el docente, los docentes), otros sólo tendrán un teléfono; en fin, la enumeración podría seguir. Tal vez, es tiempo de preguntarles a los chicos otras cosas: qué sienten, qué esperan de la escuela, qué hacen en sus casas, con quién están, si se comunican con sus amigos, sobre qué les gustaría conversar, qué películas les gustan, qué ven en la TV, qué temas les interesan. Proponerles escribir un diario en un cuaderno, en las notas del celular, sacar fotos, dibujar, entrevistar a los miembros de sus familias o con quienes vivan. Pensar el trabajo conjunto con otros profesores y elaborar propuestas más amplias, más abarcadoras a partir de un caso, un problema, un artículo periodístico. No es sencillo lo que nos toca vivir a todos y a todas, y para muchos de nuestros estudiantes es mucho más difícil. No podemos seguir fingiendo que la escuela está abierta y funciona igual que siempre. Por eso, tenemos que pensar y llevar adelante otro modelo. No hay respuestas, hay que construirlas.

NF: -Permitime seguir con Camilloni: “La evaluación actúa como reguladora del proceso de enseñanza”. ¿Qué proceso de enseñanza hubo en este período de cuarentena?

AG: -No podría afirmar que todas las escuelas estén enseñando. Pero sí puedo afirmar que maestros, profesores y equipos directivos, etcétera, están buscando diferentes alternativas para hacerlo, que tanto desde la gestión del Estado como desde las instituciones se están desarrollando acciones para sostener de algún modo los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Estamos atravesando una situación inédita. Por otra parte, no podemos olvidar que en el ámbito de la educación se habían desmantelado, desarmado y/o desfinanciado varios programas que hubieran sido fundamentales para esta etapa como fueron Conectar Igualdad, Nuestra Escuela (Programa del Infod para la formación docente continua), Plan de Lectura, dotación de equipos y conexión a Internet para las escuelas. Bueno, no pretendo apoyarme en lo que ya pasó. Ahora, ésta es la situación. Creo que profesores y maestros están trabajando a destajo para ir resolviendo los cientos de problemas que van apareciendo, buscando las formas de comunicarse con sus estudiantes, otros van a las escuelas a entregar las viandas, bolsones de comida, cuadernillos para que mantengan el contacto con la escuela. Es cierto, no se enseña lo que se planificó en febrero, no se va a poder desarrollar lo que teníamos programado. Nada va a ser igual. Seguramente, habrá otros aprendizajes que ni siquiera imaginamos. Creo que para analizar este momento necesitamos nuevas categorías conceptuales. Por eso, nos hace ruido pensar en la idea de enseñanza que tenemos construida hasta el momento. Estamos repensando qué enseñar y cómo. Nos sentimos desbaratados.

NF: -¿Sobre qué aspectos de su tarea debería focalizar el docente en este tiempo histórico?

AG: -Creo que es un tiempo de cuidado, de redefiniciones del encuadre con el que nos manejábamos; de creación de un espacio continente que regule no sólo lo laboral, sino también lo emocional de los maestros y de los alumnos, de un espacio de seguridad. El tiempo se desestructuró, la linealidad ya no nos sirve, no hay una clase hoy, otra mañana. Debemos reponernos a la frustración que nos provoca que nuestros alumnos no aprenden lo que teníamos pensado y tolerarlo. Tenemos que “leer”, desde el punto de vista de los enfoques ecológicos de la educación, un nuevo ambiente.

NF: -¿Qué enseñanza debe dejarnos a los docentes este presente?

AG: -Entre otras cosas, que tenemos que recuperar los espacios de reflexión perdidos, los programas que incluyen formación que nos permitan estar a la altura del entorno sociotécnico que nos toca vivir; que tendremos que reconfigurar las prácticas para salir de la secuencia lineal progresiva (explicación – aplicación – verificación); que nuestra tarea tiene un valor social y político poderoso; que las propuestas únicas para todos igual, no son formativas ni justas; que no podemos ni debemos controlar todo; que tenemos que volver a las preguntas genuinas; que debemos conocer como sea a nuestros alumnos y que no es una pérdida de tiempo preguntarles lo que quieren, lo que desean, lo que les gusta, lo que sueñan; que tenemos que confiar en que los sujetos pueden aprender otras cosas y hacer otras cosas; que tenemos que desarrollar una escucha más atenta, más sutil, más sensible. Seguramente, hemos realizado muchos otros aprendizajes. Tonucci dijo el otro día en una entrevista: “Una crisis puede ayudarnos a entender que hay cosas que deben cambiar”.

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